Cien sonetos de amor
Matilde, nombre de planta o piedra o vino,
de lo que nace de la tierra y dura,
palabra en cuyo crecimiento amanece,
en cuyo estío estalla la luz de los limones.
En ese nombre corren navíos de madera
rodeados por enjambres de fuego azul marino,
y esas letras son el agua de un río
que desemboca en mi corazón calcinado.
Oh nombre descubierto bajo una enredadera
como la puerta de un túnel desconocido
que comunica con la fragancia del mundo!
Oh invádeme con tu boca abrasadora,
indágame, si quieres, con tus ojos nocturnos,
pero en tu nombre déjame navegar y dormir.
Pablo Neruda siempre se ha caracterizado por plasmar en sus poemas aquellos detalles que ve en el mundo, ya sea en una relación, en un movimiento político o en su vida personal y en este caso el Soneto I va dedicado a su esposa. En el poema el nombre de Matilde se asocia en lo más intenso y permanente; a la tierra, al color verde de la esperanza, y al vino de la celebración. En la segunda estrofa hay un rumor de mar, y nuevamente el nombre de Matilde está vinculado al fuego de la pasión amorosa, que sólo el agua purificadora podrá calmar.
Matilde en este poema puede también ser una representación del arte poética: el poeta se pregunta por su verdadera naturaleza, la de la poesía, y luego se deja navegar por ella con cierta impaciencia, para finalmente entregrarse a ella sin reparos: “…pero en tu nombre déjame navegar y dormir”, ¿dormir para siempre en nombre de la poesía?
Este poema te lo recomendaría para que se lo dediques a aquella persona cuyo nombre empieza a tener significado en tu vida, sería el primer paso o las primeras palabras para darle sentido al nuevo comienzo de la relación.
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